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Textos poeticos

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COPLAS DE DON JORGE MANRIQUE POR LA MUERTE DE SU PADRE. COMO TÚ... Sitio de José Martí. Poeta. Cadáveres amados los que un día Ensueños fuisteis de la patria mía, Arrojad, arrojad sobre mi frente Polvo de vuestros huesos carcomidos!

Sitio de José Martí. Poeta

¡Tocad mi corazón con vuestras manos! ¡Gemid a mis oídos! ¡Cada uno ha de ser de mis gemidos Lágrimas de uno más de los tiranos! "Sé el que eres" A aquel vago delirio de la sala... A aquel vago delirio de la sala traías el portal azul del pueblo de tu niñez, en tu silencio abríase una lejana cena misteriosa. Cayó el espeso velo de los ojos y al que aguardó toda la noche abrimos. Partía el pan con un manto de nieve. Con las espaldas del pastor huiste, cuando volviste el rostro era la noche, todo había cambiado y sin embargo en la granja dormían tranquilas las ovejas.

Concha Urquiza asaltada, y el famoso Job. Satanás vertiendo pústulas sobre Job, por William Blake Tengo para mí que el aura de poeta mística atribuida a Concha Urquiza (1910-1945) se ha ido desmistificando poco a poco, para bien.

Concha Urquiza asaltada, y el famoso Job

21 Poemas de Miguel Hernández. Los quince y los dieciocho,los dieciocho y los veinte...Me voy a cumplir los añosal fuego que me requiere,y si resuena mi horaantes de los doce meses,los cumpliré bajo tierra.Yo trato que de mí quedenuna memoria de soly un sonido de valiente.

21 Poemas de Miguel Hernández

Si cada boca de España,de su juventud, pusieseestas palabras, mordiéndolas,en lo mejor de sus dientes:si la juventud de España,de un impulso solo y verde,alzara su gallardía,sus músculos extendiesecontra los desenfrenadosque apropiarse España quieren,sería el mar arrojandoa la arena muda siemprevarios caballos de estiércolde sus pueblos transparentes,con un brazo inacabablede perpetua espuma fuerte. Llegaron a las trincherasy dijeron firmemente:¡Aquí echaremos raícesantes que nadie nos eche! Y la muerte se sintióorgullosa de tenerles. Sangre que no se desborda,juventud que no se atreve,ni es sangre, ni es juventud,ni relucen, ni florecen.Cuerpos que nacen vencidos,vencidos y grises mueren:vienen con la edad de un siglo,y son viejos cuando vienen. Poema Sonetos Bíblicos (i) Job de Concha Urquiza - Poemas de. Sonetos Bíblicos (i) Job de Concha Urquiza.

Poema Sonetos Bíblicos (i) Job de Concha Urquiza - Poemas de

Te invitamos a recorrer los poemas de Concha Urquiza. Disfruta también de nuestros poemas del alma, de amor, de amistad , de familia, etc. Otros poemas que pueden interesarte son: Romance De La Lluvia, Sonetos Bíblicos (ii) Sulamita, Sonetos Bíblicos (iii) Ruth, Sonetos Bíblicos (iv) David, Sonetos Bíblicos (v) Jezabel, Sonetos De Los Cantares - Aunque Tu Nombre..., Aquí puedes acceder a los mismos o ver toda la poesia de Concha Urquiza.

MUERTE DE NARCISO. Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo, envolviendo los labios que pasaban entre labios y vuelos desligados.

MUERTE DE NARCISO

La mano o el labio o el pájaro nevaban. Era el círculo en nieve que se abría. Mano era sin sangre la seda que borraba la perfección que muere de rodillas y en su celo se esconde y se divierte. Vertical desde el mármol no miraba la frente que se abría en loto húmedo. En chillido sin fin se abría la floresta al airado redoble en flecha y muerte.

Canción para correr el sombrero. En su granja de Iásnaia Poliana vivió muchos años el conde León Nicolaievich Tolstoy no se afeitaba jamás - andaba siempre descalzo Dios lo tenga en su santo reino sólo comía zanahorias crudas Ustedes se preguntarán quién soy yo con esta barba blanca tolstoiana pidiendo limosna en la vía pública ay!... Yo soy uno de sus nietos legítimos La Revolución ha sido dura conmigo para qué voy a decir una cosa por otra que cada cual me dé lo que pueda (aquí se empieza a correr el sombrero) todo me sirve aunque sea un kopek Ay! CANTO NEGRO. A TU VOZ. Primero Sueño. Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra, al cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las estrellas; si bien sus luces bellas, exentas siempre, siempre rutilantes, la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior convexo aun no llegaba del orbe de la diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta, quedando sólo o dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves, tan obscuras, tan graves, que aun el silencio no se interrumpía.

Primero Sueño

Ándeme yo caliente. Ándeme yo caliente Y ríase la gente.

Ándeme yo caliente

Traten otros del gobierno Del mundo y sus monarquías, Mientras gobiernan mis días Mantequillas y pan tierno, Y las mañanas de invierno Naranjada y aguardiente, Y ríase la gente. Coma en dorada vajilla El príncipe mil cuidados, Cómo píldoras dorados; Que yo en mi pobre mesilla Quiero más una morcilla Que en el asador reviente, Y ríase la gente. Para los que llegan a las fiestas. Para los que llegan a las fiestas ávidos de tiernas compañías, y encuentran parejas impenetrables y hermosas muchachas solas que dan miedo —pues uno no sabe bailar, y es triste—; los que se arrinconan con un vaso de aguardiente oscuro y melancólico, y odian hasta el fondo su miseria, la envidia que sienten, los deseos; para los que saben con amargura que de la mujer que quieren les queda nada más que un clavo fijo en la espalda y algo tenue y acre, como el aroma que guarda el revés de un guante olvidado; para los que fueron invitados una vez; aquéllos que se pusieron el menos gastado de sus dos trajes y fueron puntuales; y en una puerta ya mucho después de entrados todos supieron que no se cumpliría la cita, y volvieron despreciándose;

Para los que llegan a las fiestas

ARTE POÉTICA. EPIGRAMA. HIMNO DE LOS BOSQUES. En este sosegado apartamiento, lejos de cortesanas ambiciones, libre curso dejando al pensamiento quiero escuchar suspiros y canciones, ¡El himno de los bosques!

HIMNO DE LOS BOSQUES

Lo acompaña con su apacible susurrar el viento, el coro de las aves con su acento, con su rumor eterno la montaña. El torrente caudal se precipita a la honda sima, con furor azota las piedras de su lecho, y la infinita estrofa ardiente de los antros brota. ¡Del gigante salterio en cada nota el salmo inmenso del amor palpita! Huyendo por la selva presurosos se pierden de la noche los rumores; los mochuelos ocúltanse medrosos en las ruinas, y exhalan los alcores sus primeros alientos deleitosos. Un preludio del himno de la aurora. Allá, tras las montañas orientales, surge de pronto el sol como una roja llamarada de incendios colosales, y sobre los abruptos peñascales ríos de lava incandescente arroja. Ya sus calientes hálitos la siesta echa sobre los campos. Mas ya Aquilón sus furias apareja y su pulmón la tempestad inflama.