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Portraits

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Venenos. En la fresca sombra de la selva nace la serpiente: proviene de la orina del jabalí que fecunda el musgo minucioso. De ahí tanto su fiereza como su apego a la tierra húmeda. Repta invisible la bestia, yerba entre las yerbas confundida. Y no hay como verla ondular en el espejo de agua rizando suavemente y sin ruido la espalda de luz del remanso.

Y en ese momento chillan dos loros y remontan en vuelo agitado. A un lado, el ciervo azul, chino, como se sabe, de colmillos largos y curvados, que en el río se refrescaba, alza la testa coronada, aguza la mirada e iza tenso las orejas. Esta es escenografía en que escurre, silenciosa, siempre silenciosa, la serpiente. Esta es la silueta de la máquina, vayamos a lo nuestro, los productos del esbelto y ondulante artefacto, los venenos. Pero son otros usos, más desconcertantes, los que aquí nos interesan. Ahora, Eliano confiesa: “¿Con qué propósito se apresuró la más hermosa de las mujeres a obtener este tesoro [el veneno]? La Casa Sosegada. Javier Sicilia ¿Dónde está Dios? Para Federico Campbell ¿Podemos vivir sin Dios? Esta pregunta es tan absurda como preguntar si podemos vivir sin agua.

Recuerdo, en este sentido, una parábola que contaba Lanza del Vasto: un hombre se puso en marcha para visitar a su amigo el pez que vivía en un estanque. Mientras caminaba, buscaba un tema que pudiera interesarle a ese amigo poco afecto a las conversaciones. Las parábolas son polisémicas. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón. Una conversación con Adam Zagajewski. Presentamos una conversación entre el poeta y ensayista polaco Adam Zagajewski (Lvov, 1945), el poeta griego Dimitris Angelis (Atenas, 1973) y el poeta mexicano Alí Calderón (Ciudad de México, 1982).

Zagajewski es uno de los poetas más reconocidos en occidente. En 2004 mereció el Neustadt International Prize for Literature. Traducida por Xavier Farré, Acantilado ha publicado su poesía en español. La traducción de esta entrevista corrió a cargo de Diana Sofía Calderón. Dimitris Angelis: Querido Adam, naciste en Polonia, donde también pasaste gran parte de tu vida. A mi parecer, este país es una frontera europea, aunque en otro sentido –y al mismo tiempo-, no lo es. Adam Zagajewski: Nací en Junio de 1945 en una ciudad que en ese momento cambiaba su nombre y su situación política; es decir, para mis padres y para la mayoría de sus habitantes, era Lwów, que era el nombre polaco.

Alí Calderón: Vayamos ahora hacia preguntas más teóricas. La situación hoy es complicada. Los arrebatos del divino Dalí. Cada año, durante tres décadas, el pintor Salvador Dalí pasaba un mes en el hotel Meurice, en París. Se hospedaba en la suite royale, la misma que en su tiempo ocupó el rey español Alfonso XIII, con el objetivo de producir dibujos, y algún óleo, que luego exponía en el mismo hotel. El Meurice es un hotel con debilidad por los artistas, por ahí han pasado a lo largo de los años cantantes, actores, escritores y directores de cine.

Por ejemplo, Woody Allen rodó ahí parte de su película Midnight in Paris, y en sus habitaciones se han hospedado, entre otros muchos, Giorgio de Chirico, Rudyard Kipling, Ginger Rogers y Gabriele D’annunzio. En una de las estancias de Dalí, llegó hasta el hotel Jordi Pujol, que entonces era el presidente de la Generalitat de Cataluña. Cuando murió Gala, su mujer, Dalí recorrió en su Cadillac, conducido por un chofer, los 60 kilómetros que hay entre Cadaqués, el pueblo donde vivían, y Púbol, el sitio donde habían construido su mausoleo particular. @jsolerescritor. Ovidio en el iPod. Hace poco se reunieron en el Zócalo de la capital veinte mil ajedrecistas. Si convocáramos a una reunión semejante de lectores de poesía acaso lograríamos juntar apenas mil. En cambio, un llamado a todas las personas que la escriben en México tal vez duplicaría o triplicaría la cantidad de quienes practican el ajedrez. Es sólo una entre las muchas paradojas de la poesía.

Nadie puede explicarnos cómo se sostiene una actividad en que la oferta sobrepasa por cien o por mil la demanda, ni cómo es posible una separación de esta naturaleza entre lectura y escritura. Sin embargo la poesía florece en México de un modo que nadie se imagina. No hay estado, no existe ciudad en que no funcionen talleres de poesía, revistas y sobre todo libros, a menudo de gran calidad, que rara vez o nunca salen de su lugar de origen. ll Pues nosotros somos de ayer y nada sabemosy nuestros días en la Tierra son como sombra. En ese instante todo se actualiza y se vuelve real. Lll ¿la vida, cuándo fue de veras nuestra? lV. Langerhaus. Venus susurra desde el espejo. Oh sí, existo porque don Diego Rodríguez de Silva Velázquez me pintó, creándome para la eternidad.

Recuerdo cómo sus pinceles me acariciaban inmortalizándome y siento ahora que tu mirada —oh, mortal de carne y hueso que visitas un museo o una página— también se desliza por mi espalda como una mano fantasmal que me palpa paseándose por mi figura como una ola que se deslizara en una playa de suave y ondulada piel femenina. Estoy desnuda, “encuerada” —como dicen que se dice en México—, y, sin perder el pudor y el señorío, deseo que todas las miradas de todos los ojos me recorran de los pies a cabeza y de la cabeza a los pies, y vuelta a empezar, pues aunque tengo una sola superficie, la de una imagen en la tela, es de infinito ir y venir, como la cinta de Moëbius.

Se murmura que soy propiedad del tal Marqués de Eliche, el gran señor, gran amateur d’art y de mujeres, y se sospecha por eso que represento a la esposa o al amante del tal.