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Luis González de Alba

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El sembrador de odios. Le consta al país entero porque aun los pobres tienen televisor: unas centenas de personas pacíficas en torno al Ángel de la Independencia escuchan con atención a López Obrador: desencajado, falto de aire, a frases entrecortadas: una Gorgona enloquecida a punto del infarto, acusa al nuevo gobierno de la República de estar, en ese preciso momento, “reprimiendo y golpeando estudiantes”. Su habilidad retórica, con una sola palabra, , invoca el fantasma del 68: es un genio del mal. Luego vemos la golpiza denunciada, y sí la hay: no más de 50 encapuchados están lanzando vigas enormes, bombas , petardos, piedras con resortera, de todo contra una columna de policías inmóviles, resguardándose con una formación inventada por Alejandro Magno para resistir las lluvias de flechas enemigas: con escudos largos hacen una barrera al frente, la fila de atrás levanta sus escudos a 45 grados y una tercera los pone encima en posición horizontal.

¿Envió López Obrador a los agresores? Quizás no. Mi pleito con la izquierda. La izquierda y el fetiche del Estado. Otros han sido los ordenados contra compañeros de guerrilla súbitamente extraviados o “descubiertos” como filtración del enemigo de clase. El punto de llegada, la meta, se derrumbó en 1989: el Muro de Berlín primero y, como fichas de dominó, todo el socialismo real hasta la desaparición de la Unión Soviética, la devolución de su nombre a San Petersburgo y el retorno de la bandera rusa. En esta desolación, la izquierda comenzó a definirse por ósmosis, por proximidad a un intelectual de intachable izquierdismo.

Así es como la izquierda lleva 20 años dando tumbos al compás de sus más ingenuos intelectuales de renombre; la proclividad de éstos a equivocarse ya es ejemplar, y en la caída abrazan generaciones. Naufragada la opción socialista, derrotada por los pueblos que la padecieron, ha sido difícil redefinir en otros términos. Quizá no los hay. La izquierda mexicana nunca atacó las estatizaciones porque seguían el modelo soviético y aceptar ese modelo definía quién era de izquierda. Luis Gonzáles de Alba: Nuevo partido. El atroz sufrimiento del fracaso.