El fiel Juan - Anónimo: Cuentos folclóricos. Érase una vez un anciano Rey que se sintió enfermo y pensó: «Sin duda es mi lecho de muerte éste en el que yazgo».
Y ordenó: El Flautista de Hamelín - Anónimo: Cuentos folclóricos. En un pueblito de nombre Hamelín se habían instalado, siendo dueños y señores, todos los ratones habidos y por haber, arrasando con la comida de todos sus habitantes.
Esto se debía a que Hamelín estaba dirigido por una Reina muy tacaña, que no quería hacer ningún gasto para poner remedio a la invasión de ratones. -¡Esto es terrible, se llevan mi propia comida! La Reina, cuando vio que los ratones habían llegado a su palacio, mandó llamar a un jovencito que tenía fama de hacer desaparecer los roedores con ayuda de su flauta. -¡Yo, Reina de Hamelín, te prometo una bolsa de oro si consigues librarme de esos come quesos! -¡Así lo haré!
El gato con botas - Anónimo: Cuentos folclóricos. Al morir un molinero, dejó por herencia a su hijo tan solo un gato.
Pero este dijo a su amo: -No te parezca que soy poca cosa. Obedéceme y verás. Venía la carroza del rey por el camino. Juan Sinmiedo - Anónimo: Cuentos folclóricos. Érase un padre que tenía dos hijos, el mayor de los cuales era listo y despierto, muy despabilado y capaz de salir con bien de todas las cosas.
Los tres cerditos - Anónimo: Cuentos folclóricos. En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos.
El lobo siempre andaba persiguiéndolos para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar. El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él. El mayor trabajaba pacientemente en su casa de ladrillo. -Ya verán lo que hace el lobo con sus casas -riñó a sus hermanos mientras éstos se divertían en grande. El lobo y los siete cabritillos. Érase una vez una vieja cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una madre puede querer a sus hijos.
Un día quiso salir al bosque a buscar comida y llamó a sus pequeñuelas. - Hijas mías - les dijo - me voy al bosque; mucho ojo con el lobo, pues si entra en la casa os devorará a todas sin dejar ni un pelo. El muy bribón suele disfrazarse, pero lo conoceréis enseguida por su bronca voz y sus negras patas. Las cabritas respondieron: - Tendremos mucho cuidado, madrecita. El Enano Saltarín (Rumpelstilzchen) (Grimm) Cuentan que en un tiempo muy lejano el rey decidió pasear por sus dominios, que incluían una pequeña aldea en la que vivía un molinero junto con su bella hija.
Al interesarse el rey por ella, el molinero mintió para darse importancia: "Además de bonita, es capaz de convertir la paja en oro hilándola con una rueca. " El rey, francamente contento con dicha cualidad de la muchacha, no lo dudó un instante y la llevó con él a palacio. Una vez en el castillo, el rey ordenó que condujesen a la hija del molinero a una habitación repleta de paja, donde había también una rueca: "Tienes hasta el alba para demostrarme que tu padre decía la verdad y convertir esta paja en oro. De lo contrario, serás desterrada. " La pobre niña lloró desconsolada, pero he aquí que apareció un estrafalario enano que le ofreció hilar la paja en oro a cambio de su collar. Cuando el rey vio la proeza, guiado por la avaricia, espetó: "Veremos si puedes hacer lo mismo en esta habitación. " La Cenicienta (Grimm) Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y la dijo: -Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré.
Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo. La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana. No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada. El pescador y su mujer. Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar.
El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, y le echaba y le echaba sin cesar. El sastrecillo valeroso. Un sastrecillo estaba sentado en su mesa cerca de la ventana en una hermosa mañana de verano, cosiendo alegremente y con mucha prisa, cuando acertó a pasar por la calle una mujer que voceaba: -¿Quién compra buena crema?
¿Quién compra buena crema? Hansel y Gretel. Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimónio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Rosa-con-espinas (Versión de la Bella Durmiente) Hace muchos años vivía un rey y una reina, que decían todos los días: -¡Ay, si tuviéramos un hijo! La Bella Durmiente del bosque - Charles Perrault.
Había una vez un rey y una reina que estaban tan afligidos por no tener hijos, tan afligidos que no hay palabras para expresarlo. Fueron a todas las aguas termales del mundo; votos, peregrinaciones, pequeñas devociones, todo se ensayó sin resultado. Al fin, sin embargo, la reina quedó encinta y dio a luz una hija. Se hizo un hermoso bautizo; fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron encontrarse en la región (eran siete) para que cada una de ellas, al concederle un don, como era la costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmara a la princesa de todas las perfecciones imaginables.
Después de las ceremonias del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio del rey, donde había un gran festín para las hadas. La Cenicienta (Perrault) Érase un gentil-hombre que casó en segundas nupcias con una mujer altiva y huraña como otra no haya habido. Tenía dos hijas, como ella orgullosas y que en todo se le asemejaban. El esposo tenía una hija, cuya dulzura y bondad nadie aventajaba; cualidades que asemejaban las de su difunta madre, que fue buena entre las buenas. Apenas celebradas las bodas, la madrastra hizo pesar su pésimo carácter sobre la joven, cuyas buenas cualidades no podía sufrir, tanto menos cuanto comparadas con las de sus hijas, éstas aparecían más despreciables.
Encargole las más humildes faenas de la casa; debía fregar los platos y los chismes todos de la cocina, barría los cuartos de la señora y de sus dos hijas; dormía en el granero y en un mal jergón, mientras sus hermanas estaban en habitaciones bien amuebladas, tenían camas lujosas y grandes espejos, en los que se veían de la cabeza a los pies. Caperucita Roja (Perrault) En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja conocíanla todos.
Un día su madre hizo tortas y le dijo: -Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca. Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Barba Azul. Las hadas (Perrault) Meniquín (Pulgarcito versión de Perrault) Piel de Asno - Charles Perrault. Érase una vez un rey tan famoso, tan amado por su pueblo, tan respetado por todos sus vecinos, que de él podía decirse que era el más feliz de los monarcas. Su dicha se confirmaba aún más por la elección que hiciera de una princesa tan bella como virtuosa; y estos felices esposos vivían en la más perfecta unión.
De su casto himeneo había nacido una hija dotada de encantos y virtudes tales que no se lamentaban de tan corta descendencia. La magnificencia, el buen gusto y la abundancia reinaban en su palacio.